Algunos años antes de los asesinatos cometidos por Jack The Ripper, en
algunas zonas de Inglaterra se vivía un constante clima de tensión
social, que llevaría a la población desempleada de las zonas más
humildes de Londres a realizar diversos tipos de manifestaciones en
busca de empleo y mejoras sociales. En el año 1886, con el fin de
aplacar la disconformidad de la población, la Reina Victoria decidió
designar a Sir Charles Warren como comisario de la Policía
Metropolitana, un militar que en ese momento ejercía sus funciones en
Egipto al mando de los Ingenieros reales de Suakin. Cuando este asumió
el cargo, la primera medida que adopto fue reestructurar las fuerzas
policiales al punto de que los puestos más decisivos y relevantes de
dicho organismo, fueron ocupados en su gran mayoría por otros militares.
El principal efecto de la “militarización” en la estructura policial
fue reprimir de manera sistemática cualquier protesta o intento de
alzamiento por parte de la población y el ejemplo mas claro tuvo lugar
el 13 de noviembre de 1887, cuando Sir Charles Warren ordeno reprimir
una manifestación de desempleados en Trafalgar Square, con tal grado de
violencia, que el resultado de dicha medida arrojo más de doscientos
heridos y algún muerto. El “domingo sangriento”, despertó en la clase
obrera londinense un odio radical contra Sir Warren y las fuerzas
policiales, que subsistió por muchos años. Durante el año 1888, a raíz
de la serie de asesinatos de prostitutas consumados en Whitechapel, la
prensa escrita de Londres, acompaño aquel sentimiento negativo de la
población, adoptando una posición critica con la Policía Metropolitana,
al punto que a través de distintas notas periodísticas, mas de una vez
se puso en tela de juicio la presunta capacidad de Sir Warren, no solo
para resolver los horribles crímenes del destripador, sino también para
seguir al mando de la fuerza publica londinense. Los objetivos que tuvo
en mira la Reina Victoria, al momento de designar a Sir Warren en el
cargo, con el transcurso del tiempo no solo no fueron alcanzados, sino
todo lo contrario: la imagen de la policía sufrió un deterioro tan
profundo, que no es de extrañar que cualquier asesino, se creyera con
potestades suficientes, para hacer lo que se le diera la gana en una
zona tan precaria como Whitechapel.-
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