viernes, 1 de mayo de 2015

Teoria: Walter Sickert



Esta teoría se basa en la presunta inclinación homicida de un artista plástico llamado Walter Sickert que residió en Whitechapel durante el trágico otoño, en que la figura de Jack el destripador, saltó a la fama por sus espeluznantes asesinatos. Una de las más acérrimas defensoras de esta tesis, la escritora Patricia Cornwell, autora del libro “Portrait of a Killer”, sostiene que Sickert fue el mencionado asesino cuyo principal móvil radico en su odio visceral al sexo opuesto y en especial el que sentía por las prostitutas, dado que Sickert, cuando era pequeño sufrió una grave enfermedad en sus genitales, de la cual fue operado reiteradas veces, quedando imposibilitado de por vida para consumar el acto amatorio. De carácter retraído, oscuro, solitario y manipulador, Walter Sickert alquilaba con frecuencia habitaciones sucias y baratas para desarrollar en su mente sus dos pasiones mas profundas: la pintura y el crimen. Estas habitaciones aleatorias y secretas que alquilaba, seguramente fueron los escondrijos que utilizo para ocultarse de la policía después de cada asesinato. Además, fue asimismo un apasionado de la escritura y del envío de cartas a los periódicos, ya sea utilizando su verdadero nombre o a través de diversos seudónimos. No es de extrañar entonces, si seguimos esta teoría, que el afamado asesino haya hecho un verdadero culto del envío de misivas acerca de sus crimenes a distintos periódicos y a la policía. De ahí, que la autora sostenga increíblemente la autenticidad de las más de doscientas cartas atribuidas a Jack el destripador.Pese a ello, en realidad, no existen hasta ahora pruebas fehacientes de que Sickert haya sido el verdadero asesino. Lo cierto es que, pese a su obsesión por pintar prostitutas y crear obras muy cercanas a imágenes patológicas propias de un criminal obsesionado por el sexo y la muerte, no se lo puede incriminar de manera objetiva. Por este motivo, dicho libro me parece bastante tendencioso, sumado a los intentos desesperados por parte de la autora de ligar la vida personal del pintor impresionista con los asesinatos de Whitechapel. No obstante, el texto tiene alguna virtud: los conocimientos de medicina forense de la escritora y su relacion con los asesinatos de Londres justifican el libro pese a lo tendencioso, reitero, a la hora de hallar al culpable. 





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