miércoles, 23 de marzo de 2016

El descuartizador del Támesis- Dr. Gabriel Pombo.-

LOS CRIMENES DEL ASESINO DEL TORSO DE TAMESIS

UN ENIGMA VICTORIANO 

 ¿Pudo un asesino en serie, aún más sádico que Jack el Destripador, coexistir con él y cometer sus atroces hazañas en similar tiempo y lugar? Si así hubiese ocurrido, vale preguntarse porqué aquél pasó tan inadvertido  y  "sin pena ni gloria"  en la historia del delito. No cabría descartar, a priori, que las presuntas víctimas de homicidio no fuesen más que piezas anatómicas birladas de salas de disección clínica, y arrojadas en el río Támesis y en otros puntos de la geografía británica por inescrupulosos guasones. Tampoco correspondería obviar que en la mayoría de las encuestas judiciales, celebradas a raíz de esos abominables hallazgos, el jurado no emitió un veredicto de  "asesinato premeditado". Ello fue así dado que los médicos forenses no fueron capaces de establecer con convicción que se trataba de crímenes. Formuladas estas salvedades, nos referiremos a esos cuerpos desmembrados, cuyas inquietantes apariciones dieron origen a la hipótesis del "Descuartizador del Támesis" o del "Asesino del Torso de Támesis"
         La sombra de ese presunto victimario se proyectó con ominosa fuerza por primera vez en mayo de 1887, en el pueblo del valle del río Támesis, localidad de Rainham. Dos trabajadores portuarios extrajeron de las aguas un paquete que guardaba el torso de una mujer. Estaba ausente la cabeza y una porción superior del pecho. Durante los meses de mayo y junio, partes de ese mismo cuerpo emergieron en distintas zonas de Londres.  
      Los médicos forenses consideraron que las mutilaciones denotaban algún grado de conocimiento anatómico, pero que el cadáver no había sido disecado para fines clínicos. En suma, avalaron la teoría de un homicidio. Los galenos no pudieron discernir la razón de la muerte ni acreditaron que un acto violento hubiese tenido lugar, por lo que el jurado convocado para la encuesta judicial no tuvo más remedio que regresar trayendo a la sala un ambiguo veredicto de "Found Dead" ("Encontrado Muerto")
        La segunda eventual víctima de la serie de despojos humanos esparcidos en el río Támesis y sus aledaños fue advertida en setiembre de 1888, cuando cursaba su apogeo la cacería del exterminador de prostitutas de Whitechapel. El día 11 de aquel mes un brazo femenino fue avistado flotando en el río en la región de Pimlico. A su vez, el 28 de setiembre otro brazo se encontró a la vera de la carretera de Lambeth.
         Finalmente, el 2 de octubre se descubrió el torso de una mujer al cual le faltaba la cabeza. Ese fragmento se ubicó en los terrenos de la obra de construcción del Nuevo Scotland Yard, y al suceso la prensa lo apodó el "Misterio de Whitehall" en honor al nombre de la calle donde se emplazaba dicho edificio.
      Se llamó para estudiar los restos cadavéricos a varios forenses, entre ellos al doctor Thomas Bond. Este profesional evaluó que, de tratarse de un crimen, el matador había justificado ostentar algún grado de conocimiento médico. En general, los cirujanos no pudieron dar con evidencia que dilucidase de qué forma pereció la infortunada difunta.
       El también forense Charles Alfred Hibbert (o Hebbert), ayudante de Bond, opinó que el brazo rescatado en el río pertenecía a aquel torso por la limpieza del corte asestado para separarlo del tronco y por el diámetro de las amputaciones que exhibía el cuerpo en dónde le fueron arrancados los miembros. Tras examinar los brazos, apuntó que: "Pensé que el brazo fue cortado por una persona que, si bien no era necesariamente un anatomista, sin duda sabía lo que estaba haciendo, pues conocía dónde estaban las articulaciones y daba muestras de que practicaba este tipo de cortes con bastante regularidad ". 
         La encuesta judicial subsiguiente se llevó a cabo el 8 de octubre bajo la presidencia del juez John Troutbeck, de Westminster. 
         Se convocó al estrado a Frederick Wildborn, primera persona en percatarse de los restos en el sótano del edificio. El testigo declaró que residía en el 17 de la Avenida Mansell, en Clapham Junction, y trabajaba de carpintero para la empresa Grover and Sons en la obra de construcción de la Nueva Scotland Yard. Manifestó que a las 6 en punto de la mañana del 1º de octubre se dirigió a las bóvedas para recuperar herramientas que allí guardaba, y vio lo que le pareció un abrigo raído tirado en una esquina.
        Ese sector estaba muy oscuro incluso en el medio del día, y no pudo dar con sus herramientas. Por la noche, a las 5.30, volvió a descender al escabroso reducto y notó que el paquete continuaba en el mismo sitio, aunque no despedía mal olor. Esta vez decidió avisar a otros dos obreros, quienes destrabaron las ligaduras del cordel que rodeaba aquel envoltorio de ajados periódicos. Ante la mirada atónita de los tres hombres emergió el repugnante contenido.
        Se infiere a partir de éste, y de otros testimonios, que el individuo que transportó el torso hacia dónde fuera hallado necesariamente lo hizo sirviéndose de luz artificial, dadas las penumbras del lugar. El perímetro estaba protegido mediante vallas que dificultaban el acceso. Quedó claro que el bromista –si fuese un cuerpo robado de una sala de disección- o el criminal –si se tratara de un homicidio- corrió un enorme riesgo de ser visto y atrapado.
        Al cabo del sumario el jurado, obviando los indicios de que estaban frente a un asesinato, de nuevo pronunció un veredicto de "Found Dead". Aunque en 1888 Jack el Destripador era la indiscutida "estrella criminal" -pues en apenas diez semanas de reinado había estremecido al Londres victoriano- al final de ese año el interés por sus fechorías principiaba a disminuir. Para junio de 1889 casi siete meses habían transcurrido sin un ataque que pudiera serle endilgado, y se alentaba la esperanza de que su sanguinario ciclo hubiese concluido. 
        Pero, en cuanto a los trozos de cuerpos diseminados en torno al Támesis, la siniestra retahíla recrudeció. En la mañana del 4 de junio, parte de un torso femenino se capturó de las aguas sobre la ribera de la localidad de Horselydown. Ese mismo día, en horas de la tarde, una pierna izquierda apareció debajo del puente Albert, en Chelsea. En la ulterior semana varios pedazos más de ese organismo fueron recobrados en las cercanías del río.
        El influyente periódico Times de Londres, en su edición del 11 de junio de 1889, reprodujo un fúnebre resumen consignando que: "los restos humanos encontrados hasta ahora son los siguientes: Martes, pierna izquierda y muslo en Battersea, parte inferior del abdomen en Horselydown; jueves, el hígado cerca de Nine Elms, la parte superior del cuerpo en Battersea-Park, el cuello y los hombros en Battersea; viernes, el pie derecho y parte de esa pierna en Wandsworth, la pierna y el pie izquierdos en Limehouse, sábado, el brazo izquierdo y la mano en Bankside, las nalgas y la pelvis  en Battersea, en el muslo derecho en el Chelsea Embankment; y ayer, el brazo derecho y la mano en Bankside ".
       Todos esos hallazgos originaron un sumario judicial que tuvo su inicio el 17 de junio del citado año. Según declaración de los profesionales forenses: "la división de las partes humanas demostró habilidad y método. Sin embargo, no se nota la destreza anatómica de un cirujano, sino más bien la sapiencia práctica de un carnicero o un desollador. Hay una gran similitud en la manera que se cortaron estos restos con los que fueron hallados en Rainham y en el nuevo edificio de la policía metropolitana en Whitehall".
        Por su lado, el 5 de julio el Times de Londres abundó que: "es opinión de los médicos actuantes que las mujeres habían fallecido sólo 48 horas antes de que sus organismos fuesen troceados, y que los cadáveres resultaron diseccionados por una persona que debe haber tenido algún conocimiento sobre las articulaciones del cuerpo humano". 
        También esta vez, los cirujanos fueron incapaces de determinar la causa de la muerte. No obstante, ahora el jurado arribó a un veredicto de "asesinato cometido con premeditación contra alguna persona o personas desconocidas".
       Al igual que aconteciera en las restantes emergencias, no se pudo ubicar la testa de la presunta asesinada; pero ahora su identidad fue establecida. Gracias a cicatrices de los brazos se identificó a la fallecida como Elizabeth Jackson, una prostituta que ejercía su oficio en Chelsea. Se trataba de una ramera muy pobre que carecía de hogar y a menudo dormía en el parque de Battersea. Había adoptado el hábito de colarse entre las roturas de las rejas circundantes cuando en la noche cerraban las puertas de aquel lugar público.
         El perpetrador dejó una gran parte del torso en un sitio apartado del parque, lejos del acceso de la mayoría de los viandantes, y fue el jardinero quien se topó con esos despojos. Otra extremidad del cuerpo se localizó a corta distancia del anterior hallazgo, e iba envuelto en ropa vieja que portaba impreso el nombre "L. E. Fisher".
        En la autopsia se constató que el útero estaba extirpado. El doctor Thomas Bond fue del parecer de que podría tratarse de un aborto mal practicado, con consecuencias fatales. El posterior fraccionamiento y dispersión de trozos del cadáver habría resultado, de acuerdo con esta conjetura, la infame tarea de un malogrado obstetra intentando ocultar las huellas de su delito. 
     Sea como fuere, conocer la identidad de la occisa, aunque resultó trascendente, no sirvió a la pesquisa policial pues en definitiva el caso quedó sin solucionar.
        El 17 de julio de 1889 se perpetró en el este londinense el homicidio de la prostituta Alice McKenzie, del cual se sospechó que pudo ser faena del Destripador. La prensa se encargó de dar pábulo al temor de que el mutilador del East End irrumpía de nuevo. Todos los médicos intervinientes -excepto el doctor Thomas Bond- coincidieron en que aquel crimen no pertenecía al nefasto psicópata. Pero quien sí parecía haber retornado a sus andadas vesánicas era el "Descuartizador del Támesis" o el "Asesino del Torso de Támesis".
         El 10 de septiembre, el agente de la policía metropolitana William Pennett cumplía su ronda a lo largo de la calle Pinchin, en Whitechapel, cuando dio con el torso de una mujer bajo un arco de ferrocarril. De igual manera que ocurrió con el caso de Alice McKenzie, este tétrico episodio produjo una frenética actividad en la policía del distrito. Pocos minutos después de descubrirse el cadáver el Comisionado de la Policía Metropolitana y numerosos detectives que habían participado en la investigación del caso Ripper se hicieron presente en la escena del presunto delito.
         Oficialmente, los pesquisas incluyeron este eventual crimen en la categoría de los llamados "Asesinatos de Whitechapel" o "Muertes de Whitechapel", atento al distrito dónde apareció aquel cuerpo desmembrado.  Pero, más allá de la localización geográfica, ponderando el modus operandi empleado y otros factores, este hallazgo cabría catalogarlo dentro de la saga atribuible al homicida de torsos del río, quien aquí habría mutado de hábitat a la hora de agredir. Alternativamente, se manejó que los restos constituían material de estudio anatómico desechado por estudiantes de medicina. Pero aún los investigadores que creían estar frente a un asesinato aceptaron, siguiendo la opinión forense, que no era una faena de Jack, dada la disimilitud entre las mutilaciones que aquél infligía con la amputación que presentaba ese cadáver.
         El especialista Michael Gordon propuso la teoría de que Jack the Ripper y quien por esas mismas fechas desmembraba cuerpos y los tiraba en las inmediaciones del Támesis, conformaron una misma persona y, además, también se atrevió a identificar al culpable que se ocultaba tras estos aberrantes procederes, y a quien sindicó como autor fue a Severin Klosowski alias George Chapman, sin dar mayor importancia a la edad de este postulado sospechoso, ya que en efecto, el recién citado nació en 1865, y era apenas un niño de ocho años cuando comenzaron a verificarse los macabros hallazgos corporales de partes desmembradas de cuerpos humanos en la capital inglesa.
          No obstante y en 1887, este sospechoso cifraba veintidós años, y podría sí haber sido un precoz desmembrador de mujeres así como un furibundo asesino de prostitutas. Que el citado supo asesinar féminas ya lo sabemos; pues acreditadamente ultimó a varias mediante envenenamiento. En apoyo de su teoría, el referido estudioso destacó que su sospechoso estuvo en Inglaterra durante los crímenes del Destripador y que habría regresado, luego de una estadía en el exterior, justo en el intervalo cuando ocurrieron las siniestras apariciones de cuerpos desmembrados en las cercanías del principal río británico.
          Los misteriosos y sórdidos descubrimientos verificados en torno al Támesis contaron con un posible antecedente entre los años 1873 y 1874. El 5 de setiembre de 1873, una patrulla de la policía del río, próxima a la localidad de Battersea, recogió fuera del agua un fragmento del tronco de una mujer. Poco más tarde, se fueron recolectando otras partes del mismo cadáver, a saber: un pecho derecho en Nine Elms, una cabeza en Limehouse, el antebrazo izquierdo en Battersea, la pelvis en Woolwich; y así sucesivamente, hasta que se armó un cuerpo casi completo. Al igual que sucediera con el caso de Rainham en 1887, al cabo de ese mes se reportó casi a diario en los periódicos sobre las partes del cuerpo que se iban recuperando. 
          Nuestro tan nombrado doctor Thomas Bond, a la sazón Cirujano Jefe de la Policía Metropolitana, emprendió un encomiable y lóbrego trabajo y fue reconstruyendo el cadáver cosiendo una a una las piezas. Recomponer el rostro de la finada significó un enorme desafío, pues la nariz y la barbilla estaban desolladas, y a la cabeza le había sido arrancado el cuero cabelludo. La piel de la cara de la víctima fue equipada de la manera más natural posible en esas horribles circunstancias.
          A pesar de que este pionero intento de reconstrucción forense se llevó a cabo con sumo "ingenio y habilidad"  -conforme a expresiones de los periódicos- el cuerpo sólo podría ser reconocido por aquellos que estaban más: "íntimamente familiarizados con las características físicas de la persona fallecida". La policía rechazó a muchos sujetos que se acercaron para saciar su morbo de contemplar el cuerpo destrozado. Entre éstos estaban "los comerciantes de horrores" que trataron de obtener un esbozo de los restos. Pero la policía obró con celo profesional, y únicamente a quienes se consideró con legítimas razones para ver los restos les fue exhibida una fotografía de los mismos.
           Comentando aquellas lesiones, la revista médica The Lancet informó que: "Contrariamente a la opinión popular, el cuerpo no había sido troceado, pero era cierto que las articulaciones se han abierto con habilidad, y los huesos resultaron perfectamente desarticulados, incluso en las articulaciones complicadas del tobillo y el codo. A su vez, en la articulación de la cadera y del hombro los huesos fueron toscamente aserrados".
           Dado que esta vez devenía notorio que había atrás una mano criminal, un veredicto de "asesinato con premeditación contra alguna persona o personas desconocidas" fue alcanzado por el jurado en la encuesta judicial. El gobierno ofreció una recompensa de doscientas libras, y un perdón gratuito para cualquier cómplice que denunciara al ejecutor. Pese a ello, jamás se supo la identidad de la víctima, no se practicaron aprehensiones, y el asunto quedó a fojas cero. En el mes de junio del siguiente año de 1874 el organismo descuartizado de una fémina se extrajo de las aguas del Támesis, en la región de Putney.
             El rotativo News of the World del 14 de junio destacó que el cadáver carecía de cabeza y de extremidades, salvo una pierna, y que el torso fue trasladado a la morgue de Fulham. En ese ámbito, el cirujano forense E.C. Barnes manifestó que el cuerpo había sido dividido por su columna vertebral, y que se utilizó cal a fin de agilitar su descomposición antes de ser vertido en el agua. A despecho de parecer que se trataba de un homicidio, el jurado dictó un veredicto abierto.
            Tal cual ocurriera en el incidente similar del año anterior, nunca se supo a quien pertenecían los fragmentos humanos, ni se capturó a sospechoso alguno.
            Aunque lo supra relacionado es lo único que goza de apoyo documental respecto a estas secuencias de muertes con desmembramiento, cabe anotar que el ensayista Michael Gordon en su libro "The Thames Torso Murders of Victorian London" (2002), pags. 14 a 16, introdujo la posibilidad de que en noviembre del año 1886 se consumase el descuartizamiento de una prostituta en el pueblo francés de Montrouge, que podría haber constituido faena del mismo matador. La información en la cual se basó proviene, empero, de una fuente escasamente confiable, a saber: "las crónicas del crimen", atribuidas al Dr. Thomas Dutton, presunto experto forense británico citado por el escritor Donald McCormick, creador a su vez de "La identidad de Jack el Destripador" (1959).
            De hecho, el enteléquico Dutton, en sus nunca editadas memorias, habría acusado a un "feldcher" (o sea, ayudante de cirujano) de origen ruso (o polaco) de haber estado residiendo desde 1885 a 1888 en Francia, y constituir el posible responsable de ese no registrado homicidio. Esta equívoca información la utiliza Gordon a fin de apuntalar su tesis de que el susodicho debió ser Severin Klosowski alias George Chapman; es decir: el candidato que este teórico postula a la identidad tanto de Jack el Destripador cuanto de "The Killer Thames Torso".
           Dicha versión fue adoptada por la novelista Sarah Pinborough, quien en su thiller sobre el caso del Descuartizador de Támesis, editado en habla hispana bajo el rótulo de "El segundo asesino" (2013), comienza su narración recreando ese eventual crimen acaecido en Francia. El problema consiste en que los ripperólogos Stewart Evans y Keith Skinner en su libro "Jack el Destripador. Cartas desde el infierno", publicado en español en el año 2003, demostraron que Donald McCormick se inventó la existencia del médico Thomas Dutton para poder respaldar así, con pretendidas pruebas, sus hipótesis acerca de Jack the Ripper. Por ende, todo cuanto a este personaje fabricado se vincula deviene, como es obvio, falso y ficticio.

 Dr. Gabriel Pombo


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