Según esta teoría, los crímenes
perpetrados en el East End de Londres durante 1888, atribuidos a “Jack el
Destripador”, responderían a una maniobra conspirativa por parte de la Corona,
con el fin de ocultar determinadas circunstancias relacionadas a la vida privada
del Príncipe Albert Víctor, nieto de la Reina Victoria y segundo en la línea de
sucesión al trono. En este sentido, el autor Stephen Knight en su libro “Jack The
Ripper. The Final Solution”, fue el primero en vincular específicamente los
referidos homicidios a una verdadera conspiración consumada por realeza británica.
El núcleo de la presente hipótesis, se funda en que el Príncipe Albert Víctor,
habría tenido un romance con una humilde trabajadora del East End de nombre
Annie Elizabeth Crook, mesera de una de las tantas tabernas que había en esa
época en el Distrito de Whitechapel y modelo esporádica de un amigo del
príncipe, el pintor y retratista Walter Sickert. Seria este artista, adepto a
la misma vida licenciosa y disipada de su amigo, el que finalmente los
presentaría, ocultando la verdadera identidad del Príncipe haciéndolo pasar por
su hermano. Sin embargo, Albert y Annie, no solo habrían tenido una historia
furtiva de amor, motivo suficiente para producir un verdadero escándalo a nivel
mundial, sino que además habrían contraído matrimonio, y tenido una
hija en común de nombre Alice Margaret. Además, como si todo esto no fuera
suficiente y con el fin de lograr una novela perfecta que cierre completamente,
los padrinos de la boda secreta habrían sido, nada más y nada menos que el
pintor Walter Sickert por parte del príncipe y Mary Jane Kelly una de las
mejores amigas de la esposa y última víctima canoníca atribuida a Jack el
Destripador. El desenlace de esta historia, estuvo sujeto al inmediato accionar
de la realeza, ya que al tomar conocimiento de esta situación, habría encerrado
a Annie Crock en un hospital psiquiátrico después de haberle practicado una
lobotomía, (tal como se puede apreciar en una de las memorables escenas del
Film “From Hell” del director Albert Hughes) y al Príncipe Albert lo habrían enviado
al extranjero con el fin de mantenerlo alejado de esta situación, época en que
por otra parte, algunos sostienen, se llegaron a “subsanar” todos los registros
relativos a su escandalosa boda. En este sentido, también es objeto de
controversia, una situación similar ocurrida en 1889, después del llamado
escándalo de la calle Cleveland, donde se difundió que el Príncipe Albert era
asiduo concurrente a un prostíbulo masculino donde presuntamente efectuaba prácticas de
carácter homosexual. Como resultado de este nuevo escándalo y en aras de
enfriar una situación más que candente, el príncipe fue enviado (nuevamente) a
una larga gira de siete meses por la India. Volviendo al curso de esta
investigación, Mary Kelly regreso de Irlanda con la pequeña Alice quien termino
dada en custodia a sus abuelos maternos. Apremiada por la falta de recursos,
como muchas otras mujeres del pobre East End, Mary Kelly se volcó a la
prostitución como medio de subsistencia, donde informo la historia de la boda
secreta entre el príncipe y su amiga, a su círculo intimo de amigas y
compañeras de oficio: Polly Nichols, Elizabeth Stride, Annie Chapman y Catherine
Eddowes. Todas ellas planearon y pusieron en marcha (según esta teoría conspirativa)
un plan de chantaje dirigido a la poderosa corona británica utilizando como
intermediario, al pintor y padrino de la boda, Walter Sickert. En este tramo de
la historia, es donde entraría en juego la llamada “Conspiración Monárquico Masónica”.
Antes que nada, corresponde aclarar que la masonería en Inglaterra guardo desde
siempre, estrechos lazos con la monarquía, básicamente por tratarse de dos
antiguas instituciones de carácter tradicional que implicaron ejercer el poder
de distinta forma, distinguiéndose la masonería por hacerlo de manera secreta y
clandestina, sin que esto implicara una menor incidencia dentro de la sociedad británica.
Debemos tener en cuenta, que muchos de los protagonistas, sospechosos y demás intervinientes
periféricos en esta historia, fueron indiscutiblemente masones, tal es el caso
de la máxima cúpula de Scotland Yard encabezada por el General Charles Warren, quien
se mantuvo en su cargo hasta el último crimen perpetrado por Jack el
Destripador. Según esta teoría conspirativa, el caso fue dejado en manos del
Primer Ministro Británico, Lord Robert Salisbury quien en ese tiempo ostentaba
uno de los cargos más altos dentro de la masonería británica. Al parecer Lord
Salisbury, luego de una secreta deliberación, otorgo las más amplias potestades
al Dr. William Gull, médico de la Corona y férreo amante de la tradición inglesa,
con el designio de poner fin al conflicto originado por las presuntas
chantajistas. Para la Teoría de la Conspiración Monárquico Masónica, el Dr.
Gull habría sufrido un ataque cardiaco y cerebral poco antes de haber comenzado la saga de sus sangrientos asesinatos, lo que le habría dejado
secuelas psiquiátricas irreversibles, que lo llevaron a excederse en el mandato
conferido por la cúpula masónica. No obstante su tarea, no hubiera podido ser
concretada con tal grado de perfección, si no hubiera contado con el apoyo del
poder masónico y monárquico dentro de los cuales estaban enrolados también
miembros de Scotland Yard, tal es el caso como dijimos antes, del comisionado
de policía Sir Charles Warren, quien habría ocultado evidencias y entorpecido
adrede la investigación, con el fin que no se descubra la verdadera identidad
de Jack el Destripador. Un último interrogante del Séptimo Circulo ¿No será que
Sir Charles Warren, se mantuvo en el cargo hasta el último crimen, sabiendo que
había concluido su misión de proteger a la Corona ante un eventual escándalo?
¿No es mucha coincidencia que el Secretario del Interior Sir Henry Mattews haya
aceptado su renuncia justo ese mismo día? Todo nos lleva a una misma creencia:
la de una conspiración.-
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